Nada tiene ya capacidad para sorprender en este estado de cosas y la abolición del Premio Nacional de Tauromaquia es un paso más en aras de abolir la propia democracia. Desde su nombramiento como sorprendente ministro de Cultura, Ernesto Urtasun ya mostraba su patita por debajo de la puerta. Y lo hizo sin enharinarla, de frente, sin ambages y sin ocultar que uno de sus puntos primigenios estaba en cargarse el toreo. Lo hacía bajo la excusa de ir a una regeneración de la vida pública y lo hizo como lo hacen todos los aspirantes a mandarín, con el ordeno y mando.

Abolir lo que no les gusta es la premisa principal de estos nuevos bolcheviques. Da igual la cantidad de seguidores que tenga que si la materia no es de su gusto, pues borrón y cuenta nueva para una agresión más de esta democracia que anda pudriéndose a pasos agigantados. Mi querido Antonio Ramírez de Arellano, ex consejero autonómico y ferviente aficionado taurino, me decía no más conocerse este nuevo atraco que no se puede ser ministro a cualquier precio. No tienes razón, amigo, el ciudadano Urtasun no paga precio alguno, sino todo lo contrario. Ha venido a la cosa pública para que sólo subsista lo que le gusta, sólo eso.

Y claro que en todo este descalzaperros no sólo Urtasun es culpable de este delito, sino que todo viene de más arriba, justamente desde que el avieso Zapatero empezó a levantar el muro que hogaño nos divide en buenos y malos y que tanto ha consolidado Sánchez, conque desde la constancia de que Urtasun es un mandado, puesto ahí para este tipo de perpretaciones, no disparemos al pianista.

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