La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Censura y toros

No les voy a largar la ristra de personalidades de la izquierda y la cultura que han sido y son aficionados

Prohibir o poner trabas desde los poderes públicos a lo que no es delito, basándose en la ideología y el gusto personal, es censura. Está pasando con los toros. En Canarias o Cataluña están prohibidos, pese a que la ley 18/2013 de 12 de noviembre reconoce que “la Tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural común de todos los españoles, en cuanto actividad enraizada en nuestra historia y en nuestro acervo cultural común”. En otras comunidades se ponen trabas: la prohibición de que los menores de 18 años puedan asistir a corridas de toros y la obligación de poner carteles que avisen que el espectáculo puede herir la sensibilidad propuesta por IU-Convocatoria por Asturias y apoyada por el PSOE. Desde el Gobierno el ministro de Cultura elimina el Premio Nacional de Tauromaquia –que instituyó Zapatero– porque “conecta” con un sentir mayoritario (“una mayoría de españoles respalda la decisión que yo he tomado hoy” ha dicho: qué peligro atribuirse la representación de sentires mayoritarios) y porque con dinero público no se debe premiar “la tortura animal”.

El regresado Rodrigo Torrijos ha dicho algo revelador: “Me gustaban los toros y he asistido a corridas de toros. Pero a través del esfuerzo animalista y del esfuerzo pedagógico de quienes ven que la tauromaquia es tortura, ya no me gustan. Estoy de acuerdo con la decisión del Gobierno”. Este es un caso de conversión o toma de conciencia logrado por la pedagogía animalista de quienes quieren prohibir –censurar– la tauromaquia. Queda claro que el gusto personal y la subjetiva evolución ideológica o conversión son los factores determinantes para eliminar un premio a la tauromaquia, siguiendo el camino de poner trabas o eliminar –censurar– lo que además de ser legal está reconocido como “patrimonio histórico y cultural”.

No me gusta: prohíbo. Considero que es tortura, aunque las leyes digan lo contrario: prohíbo. La tauromaquia quedó fuera de la ley para el bienestar animal al estar reconocida como patrimonio cultural: prohíbo. El gusto y la ideología personal se imponen así a los marcos legales. Y falsean la realidad: la afición no supone ser de derechas (lo cual tampoco es un crimen) ni pertenecer a una horda bárbara enfrentada a los cultos. No les voy a largar la ristra de personalidades de la izquierda y la cultura que han sido y son aficionados. Es cosa sabida. Esto es censura. Y punto.

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