Extranjero en tu propia casa

Ya que vamos camino de convertirnos en un gigantesco parque temático, qué menos que sacar algo de provecho

La tasa turística no es la panacea contra el turismo masivo pero al menos subiría la moral de los vecinos de ciudades como Sevilla, Cádiz, Córdoba y Málaga. Otras como Ámsterdam han llegado más lejos al prohibir la construcción de más hoteles para mejorar la calidad de vida de su gente. También ha limitado las pernoctaciones y los atraques de cruceros, a la vez que promociona otros destinos para frenar el deterioro de su patrimonio cultural y urbano. Aquí no hace falta llegar a tanto si sabemos guardar el equilibrio entre los beneficios económicos y el bienestar de los vecinos. Pero a la Junta la idea de cobrar al turista no le entusiasma, y a este paso seremos los últimos en hacer lo que para otros es moneda común.

Juanma Moreno asume que no podemos acumular visitantes sin medida –este año tenemos nuevo récord– y recuerda que no hay que demonizarlos como el eje de todos los males. Tanto la gentrificación como la escasa oferta de vivienda vienen de largo y poco hemos hecho bien al respecto, es cierto. Pero la proliferación de pisos turísticos ha multiplicado sus efectos más perversos y el alquiler está imposible. Muchos currantes que se buscan la vida en la costa renuncian a ello por su elevado coste. La dichosa tasa no resolverá la tesorería de los ayuntamientos, pero al menos les quitaría algunas telarañas. No pocas ciudades monumentales y costeras han llegado a tal extremo de ocupación, que el día a día de sus habitantes se resiente, de ahí la necesidad de un turismo menos invasivo y más respetuoso con la comunidad, más allá de su impacto en los enclaves más visitados. Moreno confía en el consenso entre el sector y los ayuntamientos para regular el mercado y atraer un turismo de mayor calidad. Si llegara el día, su Gobierno quizás aplique la tasa para mitigar el impacto en los destinos más desbordados.

Los empresarios no la quieren porque temen que espante a la clientela. Pero los alcaldes la reclaman porque no pueden soportar los costes de los servicios públicos, mientras la vivienda se dispara. El debate está servido y la Junta intenta poner orden, aunque sea de cara a la galería. Turismo no quiere que este cargo se transforme en un elemento disuasorio, sobre todo, en el litoral. Ya se aplica en 20 países y cuesta creer que un italiano y un francés no van a visitarnos por cobrarles lo mismo que ellos a nosotros sin pestañear. ¿En qué cabeza cabe? No se trata de ser los más listos, pero tampoco lo contrario. Ya que vamos camino de convertirnos en un gigantesco parque temático en algunos casos, qué menos que sacar provecho. Moreno sabe que estamos a media hora de que los vecinos más afectados, que a veces se sienten extranjeros en su propia casa, salgan a la calle a exigir medidas contra el turismo de masas y en favor de ciudades más habitables para el residente. Andalucía también tendría que tomárselo en serio y arbitrar soluciones en función de la realidad de cada municipio, antes de que sea demasiado tarde.

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