Rafael Riqueni | Guitarrista

"Mi historia demuestra que la vida nos reserva siempre otra oportunidad"

Rafael Riqueni (Sevilla,1962), con su guitarra

Rafael Riqueni (Sevilla,1962), con su guitarra / Manuel Naranjo

Dicen que a la tercera va la vencida. Desde que se anunció por primera vez para mediados de febrero la aparición de Rafael Riqueni en el ciclo Flamenco SYNC de la Sala X, que fue el motivo principal de la concertación de esta entrevista con el maestro, sus problemas de recaídas en la salud, necesitando incluso la operación de dos hernias, han hecho que este concierto haya sido postergado en dos ocasiones, quedando fijado, esperemos que definitivamente, para el día 30 de mayo. En este intervalo de tiempo su vida ha sido una montaña rusa en la que entre residencias y quirófanos también ha visitado grandes teatros como el Carnegie Hall de New York o el Cervantes de Málaga; ha pasado por el Festival de la Guitarra de Madrid o la Nuit Flamenca de París; ha sido anunciado como una de las grandes atracciones de la próxima Bienal y ha lanzado un disco a dúo con Estrella Morente. “Estoy disfrutando otra vez de la guitarra, que es lo que más me ha gustado siempre”, dice en los prolegómenos a la charla, ilusionado; “llevo una racha muy buena, con muchos conciertos; a día de hoy me encuentro muy bien de salud para la edad que tengo, que son ya 61 años, y en cuanto he tenido la oportunidad de volver a tocar la he aprovechado, aunque el concierto de Málaga estuvo tan cerca de la operación que temía que me fuese a saltar algún punto”.

-¿No le va a saber a poco tocar ahora en un club de rock?

-Me atrae mucho. Mire, cuando estábamos en Nueva York, me dijo Paco Bech que saliésemos por ahí y aunque no suelo hacerlo porque ya tengo una edad, me canso mucho en los conciertos y me conozco y sé que en vez de tomarme una me quedo hasta que cierro el bar, pero aquí tenía ganas de salir, lo daba el ambiente, estaba en el Hilton de Manhattan, ¿cómo voy a estar al lado de Brooklyn y no salir? Y Paco me llevó a un sitio de punkies. Sabe que me gusta todo lo nuevo, lo que no he visto, lo que no he escuchado en mi vida y aquel nos pareció un lugar simpático, con gente agradable, cuando fuimos. Así que la noche siguiente, tras el concierto, volvimos de nuevo y esta vez llevaba la guitarra, porque si hubiese ido a dejarla en el hotel se nos habría hecho muy tarde. Estaba a gusto, con un admirador que me había visto tocar y me quería invitar, y como sonaba música punk por los altavoces saqué la guitarra de la funda y me puse a tocar con el playback. Paco me dijo que estaba inventando el flamenco-punk. Fue una bonita experiencia, con muchas risas, pero muy corta porque ya ve usted cómo son los avisos que te da el cuerpo. Lo cuento porque está bien que el público sepa la verdad de cómo soy y que no voy a desentonar en un sitio como la Sala X.

 -Paco Bech ha creado un magnífico documental sobre usted, del que todo el mundo ha hablado maravillas. Pero hasta ahora no he leído ni escuchado su propia opinión sobre él. ¿Qué emociones le levanta verse en aquellos momentos bajos?

-En el estreno en Barcelona me salí de la sala porque me impresionaba mucho y no quería verlo. No es lo mismo que lo vea un espectador a que sea yo mismo, el que estaba allí, viéndome así de mal. Después en Sevilla lo vi entero, pero tampoco estuve muy centrado. No estaba tranquilo con tantas cámaras, amigos, fans. Ya cuando Paco me envió los enlaces sí logré verlo entero en el ordenador con calma y me pareció muy interesante cómo muestra a una persona que va subiendo desde ese estado, cómo va dejando atrás las heridas y va recuperándose. Me recordó el documental de Paco de Lucía porque, siendo muy diferente, él también decía que ya no quería tocar más la guitarra, aunque nunca se le ve delicado de salud ni denigrado de la manera en que yo me he visto; no se puede comparar con las cosas tan duras que he sufrido en mi vida. Paco Bech ha conseguido contar la historia de un superviviente, porque nadie creía, nadie cree todavía, que yo pudiera estar recuperado de salud y tocando en los mejores teatros del mundo. Y digo que me pareció interesante porque va más allá de decir: mira lo que ha hecho Rafael, que ha tenido cojones para recuperarse, sino que también le dice al espectador llano que si yo lo he conseguido él también puede hacerlo. Es una enseñanza sobre los valores humanos. En el documental aparece Alberto García Reyes diciendo que no todo estaba perdido y es así; aunque creyéramos que ya no iba a hacer más falsetas ni más obras, ni iba a volver a pisar un teatro, el documental demuestra que todos tenemos una oportunidad mientras vivamos.

"Estoy sorprendido por la corriente de guitarristas jóvenes que tocan mis cosas, que tocan con mi estilo"

-Al ver su documental mucha gente sale de las salas llorando. ¿Esas lágrimas son de pena por el abismo en que le veían o de alegría por haber salido de él?

-Por las dos cosas. Lo que ocurre con el documental le puedo decir que está ocurriendo también en todos los teatros que estoy pisando. Desde julio para acá hemos hecho unos 80 conciertos y no ha habido ninguno en el que el público no me haya esperado fuera para decirme que ha llorado y que no deje nunca de tocar para ellos. Ha ocurrido tanto que creo que debería dedicarme también a vender kleenex en el merchandising. Me parece un sentimiento muy profundo y me encanta que el público no venga a verme con las expectativas de que sigo teniendo la técnica de cuando joven, sino sabiendo a lo que va, que es a sentir mi expresión y mi sensibilidad; es otro mundo el de ahora.

-Su vida ha tenido paralelismos con la del Niño Miguel, que incluso ha sido compañero suyo como paciente en algunos centros. ¿Ha temido alguna vez acabar como él?

-Sí. Quizás yo no he pasado tanto como él, porque su vida fue mala ya desde la infancia y la mía no tanto, pero siempre he temido lo peor porque he vivido lo peor. Podría contar muchas experiencias en las que he temido morir. La muerte me ha estado rondando y me ha tocado sortearla. La pérdida de Miguel fue uno de los momentos más dolorosos para mí, junto a la de Enrique de Melchor, que me destrozó porque éramos muy amigos. Uno teme acabar en el hoyo cuando se dan tantas circunstancias malas, pero no terminé así gracias a Paco Bech, que tuvo la brillante idea de buscarme en Madrid, rescatarme y devolverme a la vida, que eso no lo hace todo el mundo.

-En el documental aparece mucha gente que lo ha ayudado, pero no sale mucha gente del flamenco más allá de la familia Morente. ¿Ha echado de menos a alguien?

-Siempre faltan y sobran cosas. En tantos años haciendo el documental ha habido cantaores que se nos fueron y he sentido mucho que no estén, claro que sí. He echado mucho de menos a Manolo Sanlúcar. Y lo de Paco de Lucía nos cogió por sorpresa.

-Ya que nombra a estos dos grandes maestros. ¿Paco era el espíritu y Manolo la técnica?

-Tuve la suerte de convivir con Manolo; yo era muy pequeño y me llevó a su piso al lado de la playa. Él cogía la guitarra a las nueve de la mañana sentado en un sofá y a las doce de la noche todavía estaba tocando; no he visto en mi vida nada igual. De él aprendí mucho. Aprendí que si no me ponía a mí mismo una disciplina férrea como la suya no iba a llegar nunca a ser un virtuoso. Manolo sonaba a Andalucía, no sé que adjetivo ponerle. Cuando lo oyes en Tauromagia, o por soleá, por bulerías, no se puede tocar mejor ni más flamenco. Y Paco lo tenía todo; esa fuerza, esa mano derecha que nadie más ha tenido ni tendrá; y cuando se paraba, ese pellizco. Aunque muchos se empeñen en compararlos, es imposible. Ocurría como con Manolo Caracol y Antonio Mairena. Con este tuve la suerte de tocar con quince años y le tuve más cerca que a Caracol, al que luego he escuchado y me parece otro coloso. Quizás Mairena era más de rescatar cantes, pero el pellizco gitano que tenía Caracol era increíble. Y existían comparaciones y partidarios de uno y de otro.

"Aunque haya tenido complicaciones en la vida, he seguido aprendiendo, tengo facilidad para aprender"

-¿Y en usted qué pesa más, la métrica y la técnica o el espíritu de la música? ¿Respeta el compás y el ritmo o se los salta?

-Ahí tengo un conflicto. Para mí es muy importante el ritmo, no solo en el flamenco, sino en la música en general. El ritmo es importante porque es a lo que te puedes agarrar para expresarte, y siempre estoy muy preocupado por él. En el flamenco, cuando toco por seguiriyas lo más importante es la métrica, esa es mi base. La gente me pregunta que cómo puedo estar midiendo mi ritmo si no muevo el pie, como hacen muchos guitarristas; Paco de Lucía movía el pie y llevaba con la boca el ritmo de la bulería, esa era la base que utilizaba, pero a mí eso nunca me ha salido de forma natural y, como comprenderá, no me voy a poner en mi casa a mover el pie. Por eso, rítmicamente, me gusta tanto el concepto del Niño Ricardo, porque su seguiriya es un templo en todos los aspectos; su base es muy rígida métricamente, como también lo son sus falsetas, pero dentro de esa rigidez él podía construir una catedral teniendo esa base tan sólida. Por eso son tan importantes las seguiriyas que grababa.

-El Niño Ricardo como exponente máximo del toque sevillano. ¿Existe eso de verdad?

-Sí; el toque sevillano es como se tocaba en Sevilla hace muchísimos años; el toque sevillano es el del Niño Ricardo, que nació en la calle Alhóndiga, en la Alfalfa, y desde los años 30 está en los discos de pizarra tocándole a La Niña de los Peines, a Vallejo, a las figuras más importantes del flamenco de aquella época, entre las que Ricardo estaba rifao porque era el guitarrista más importante del momento en Sevilla. A la vez había un movimiento importante en Madrid, con Ramón Montoya, que fue el padre de la guitarra moderna, anterior a Ricardo, que competía con el de Sevilla. En la Alameda de Hércules, en el bar La Europa, había un foco flamenco con un cóctel precioso y oloroso que estaba formado por los señoritos, las putas y los flamencos. Debían liarla gorda por las noches allí; quién hubiese podido estar para escucharlos.

-De eso hace cien años. Hablemos del ahora y de lo que viene. Usted ha dicho que David de Arahal tiene el futuro de la guitarra en sus manos. ¿Hay más tocaores jóvenes, ya sea con impronta propia o aprendida de los grandes maestros?

-Estoy sorprendido por la gran corriente de gente joven que toca mis cosas, con mi estilo. Paco Bech me decía que está claro que cada vez hay un interés más pequeño por la guitarra de Paco de Lucía. Y es verdad; se está quedando la guitarra de Paco en pura anécdota. Hace poco estábamos los dos en el tablao de Los Gallos y había un guitarrista muy joven, David Caro, con unos sonidos preciosos, de los más bonitos que he escuchado en mi vida en una guitarra. Tocó una taranta acompañando al grupo de cantaores y bailaora, que desde el primer acorde hasta el último era yo. Me gustó mucho y así se lo dije.

Riqueni con Paco Bech, su amigo, representante y director del documeltal sobre su figura Riqueni con Paco Bech, su amigo, representante y director del documeltal sobre su figura

Riqueni con Paco Bech, su amigo, representante y director del documeltal sobre su figura / María Pérez / EFE

-Desde 1997 a 2014 su vida fue un caos. ¿Cómo varió su carrera antes y después de ese intervalo? Su forma de tocar, de componer, sus expectativas, sus ilusiones…

-La vida cada día es una sorpresa y varía constantemente para todos, más aún para un músico que está tan directamente influido por unas circunstancias como las mías en los momentos que vivo, siendo además una persona que llega a unos límites de sensibilidad grandísimos a nivel personal. En mí el músico no puede ir desligado de la persona, y claro, mi vida ha ido cambiando a cada segundo en el transcurso de tantos años y con ella también los conceptos musicales. Y aunque haya tenido una etapa de vida marchita he seguido aprendiendo; tengo mucha facilidad para aprender, sobre todo ahora con los beneficios de la tecnología, internet, el móvil. Me pongo videos míos, tanto de conciertos de cuando era joven que nunca había oído como de ahora, también estoy volviendo a recordar mucha música clásica, es lo que más oigo; de conciertos que escuchaba de niño, de recién casado, que tenía otras circunstancias de paz y tranquilidad y me apetecía y atendía a esa clase de música. Me pongo a Bach, a Falla, y en el video puedo ver a la orquesta sinfónica, al director, la imagen se acerca a cada instrumento en cada momento; y aprendo muy rápido. Al final llegaré a ser un buen músico, ya verá.

-¿En esa época oscura se le quedó algo pendiente que ahora haya retomado?

-Pues estoy empezando a componer ahora de nuevo. Me he llevado mucho tiempo sin hacerlo porque no he tenido tiempo; tenía tantos conciertos en directo que el primer objetivo era estar en forma para tocar; he hecho muchas escalas, preparado bien el instrumento y llevo muchos meses sin sacar nada nuevo. El otro día se me ocurrió ponerme a tocar en tono de granaína y saqué una pieza nueva, muy bonita, que me ha sorprendido porque es de una manera en la que nunca había tocado; he descubierto otra forma nueva de entender mi propia guitarra, hay paisajes en los que ni yo mismo me reconozco. Y eso me parece muy bonito; además de tocar quiero volver a centrarme en componer al estilo de lo que hice en Calle Fabié, la soleá que grabé hace muchos años como réquiem a mi padre, que es una fuga al estilo de Bach. Y en ello estoy.

"He descubierto otra forma de entender mi guitarra, hay pasajes en los que ni yo mismo me reconozco"

-¿A qué otras composiciones guarda especial cariño?

-Pues no sabría decirle, porque no tengo ni he tenido nunca una idea clara de lo que me gustaba; he ido haciendo siempre lo que he querido y he tenido mucha suerte con las discográficas, que nunca me han impuesto nada. Me da mucha alegría haber compuesto y grabado el Parque de María Luisa, con el que creo que he conseguido todo lo que quería, aunque el público piense que algunas de sus cosas no son flamenco y no le gusten. Pero está como yo quería; lo que estaba plasmado en el papel en Madrid era lo que yo soñaba con hacer y después se fueron metiendo los pajarillos, los patos, el agua, con mucho cuidado, que entre la calidad y la horterada a veces solo hay un paso. Hace unos días, viendo videos, me saltó el de la bulería del Parque y sentí la luz, los diferentes aromas de este parque, que es lo más emblemático que tenemos en Sevilla. Pero no escucho mis discos después de acabarlos y haberlos oído treinta mil veces mientras los grababa; quedaba harto de ellos y solo quería perderlos de vista.

-Su propia música, entonces, no forma parte de su día a día. ¿Qué toca usted en su casa?

-Por las mañanas tengo las manos como todos los guitarristas y la derecha hay que ponerla en marcha, pero no de golpe, que está como dormida; para calentar motores hago escalas y ahora estoy tocando tres números de virtuosismo antiguo: el Ímpetu, de Mario Escudero, que es súper difícil, y el zapateao y la guajira de Paco de Lucía, que son para estudiar. Yo no los domino y tengo miles de fallos, pero me parece una maravilla que se puedan interpretar, porque la música que nos han dejado no es solo para tenerla de recuerdo, es también para interpretarla. Y yo aconsejaría a los guitarristas actuales que, aunque compongan su propia música, toquen también esa, que es maravillosa. Yo lo hago, aunque no en público; una sola vez toqué Ímpetu y fue en Sevilla, pero hay que tocarla, estudiarla y empaparte de lo que hacían los grandes creadores.

Rafael Riqueni Rafael Riqueni

Rafael Riqueni / Manuel Naranjo

-¿Cuántas guitarras tiene usted, por cierto? ¿Cuál prefiere?

-Tengo varias, pero hace un año y pico que estoy tocando con una guitarra muy buena de un constructor alemán que se llama Marvi, que me ha hecho una para conciertos que es la mejor que he tenido nunca. Fíjese que he tenido guitarras en mis manos, pero creo que esta es la mejor y estoy más feliz que un niño, disfrutando de un instrumento que nunca llegué a pensar que iba a tener la suerte de poseer. Además de ser una guitarra que suena muy bien, se afina perfectamente y me viene comodísima, algo que para trabajar es muy importante.

-Recuerdo haberle visto en muchos conciertos con una guitarra que tenía las iniciales MC que nunca he sabido que significan.

-Son las iniciales de Mariano Conde. Él y su hermano Felipe trabajaron juntos muchos años, pero discutieron por culpa del maldito dinero y se separaron. Mariano ponía esas letras de MC en la tapa de sus guitarras para distinguirlas de las de su hermano, que no les ponía nada. Ya hace tiempo que no trabajo con ellos.

-Si le buscamos en Spotify para escucharle, entre los discos en La Scala de París y el que tiene con Estrella Morente hay uno con canciones de Led Zeppelin, Santana, Police, que grabó después de Herencia. ¿Quedó saturado de flamenco puro con ese disco, quizás?

-Es que una compañía de discos americana -Cleopatra Records, de Los Angeles- le propuso a Paco Bech que me dijera si me interesaba hacer un disco de versiones famosas para guitarra y le dije que sí. Siempre he escuchado a esos músicos y hace años tocaba Cinema Paradiso, que he recuperado para el disco, y más música de películas; siempre me ha gustado mucho Ennio Morricone, del que incluso tenía yo hecho ya ese arreglo tan bonito sobre el que hizo él de Amapola. Esa música me llega mucho y como ya le dije que tengo tanta facilidad para aprender, para la guitarra, la armonía; en cuanto entra, mi sentimiento manda sobre el cerebro.

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